El esfuerzo de hoy es el éxito de mañana

Fecha: 14.12.2016 | Autor: Laura García Fernández

Yo era un muy buen estudiante, siempre solía sacar notas altas
y ser el primero de la clase. Me llamaban “el topo” por aquello de mis gafas gordas y mis dientes de castor. Solía sentarme en una silla al final de la clase, yo solo con mis libros y viendo como los otros niños hacían gritar al profesor.
Era tímido, yo no tenía muchos amigos, mis únicos amigos eran los libros y las matemáticas. Cuando tocaba el timbre para el recreo, yo solía sentarme solo en el banco, leyendo un libro o mirando como los demás niños se divertían. No entendía porque me rechazaban ¿por mis gafas? , ¿mi forma de vestir? ¿o porque me tenían envidia por sacar más notas que ellos? No lo sé pero, no era justo.
Yo vivía con mi padre, mi madre murió al yo nacer, solo la veía en fotos y la conocía por las pocas cosas que mi padre me contaba de ella.
En ese momento estábamos mal económicamente, mi padre se esforzaba día a día por tener un plato caliente en la mesa. Pero el dinero no le daba para nada más. Yo llevaba zapatos rotos y gastados y la ropa descolorida de tanto usarla. Cuando entraba por la puerta de clase veía a los niños murmurar y mirarme de arriba abajo dándome collejas por no tener zapatos de marca. Yo quería esos zapatos, me cabreaba, cuando llegaba a casa le gritaba y echaba las culpas a mi padre por no comprarme esos zapatos… Él siempre me respondía con la misma frase:
-Estudia, y el día de mañana podrás comprarte todo lo que desees y tendrás tanto éxito como esperas.
En aquel momento no lo entendía, pero al transcurrir de los años, yo me convertí en un gran empresario dueño de un banco. Ya podía comprar zapatos de etiquetas e ir con ropa de marca.
Y que cosas tiene la vida que los mismos niños que un día se burlaban de mí y jugaban a la consola en vez de estudiar, ahora estaban en uno de mis bancos suplicándome por un préstamo para poder comer.

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