27 de septiembre de 1870

Fecha: 28.10.2016 | Autor: PAULA HERNÁNDEZ PADIAL

Hoy, 27 de septiembre de 1870.

Hoy me levanté con ganas de vender todo el pescado para poder alimentar a mis hijos. Levanté a mis hijos para llevarlos con mi madre, mientras yo, iba a trabajar todo el día.
El mal olor y las ratas nos acompañaban hasta casa de mi madre, mis hijos ya están acostumbrados a vivir así. ¡Cuánto me gustaría poder cambiarles la vida e irnos lejos de aquí!
Una vez que los dejé en casa de mi madre, me dirigí a la plaza para ponerme manos a la obra e intentar vender todo el pescado que allí tenía mi marido.
Cuando ya estaba llegando, oí un ruido extraño y me llamó la atención. Detrás de un árbol, se encontraba una mujer, con ropa sucia al igual que la que todos llevamos, llorando de dolor ya que estaba apunto de parir. Me decidí a ayudarle ya que no me gustaría verme en tal situación y que nadie me ayudara. La cogí como pude y me la llevé para mi casa, ella me venía contando que se llamaba María que era madre soltera, que no era de mi pueblo, y que el padre del hijo que traía en camino la maltrataba y tenía un problema con el alcohol. Entonces ella decidió huir de su pueblo. Le ofrecí mi casa para poder tener a su hijo un poco mejor, aunque yo no tenía muchas comodidades en casa, pero mejor que en la calle llena de basura, ratas, suciedad… iba a ser.
Llegamos a mi casa, la tumbé en la cama y con barreños de agua la fui limpiando un poco, mientras tanto, le puse paños caliente en la frente y le calenté un poco de hierbas naturales para el dolor.
Ella no paraba de agradecerme lo que estaba haciendo, pero lo hice porque me salía del corazón ya que yo me he visto en iguales condiciones.
Por fin nació su hijo, un varón al que decidió llamar Francisco. Mi vecina era partera, y vino a ayudarme para hacerles los puntos, la verdad, es que no estaba nada mal y había tenido el niño bastante bien aun teniéndolo en tales condiciones.
Era una suerte, yo cuando tuve a mis hijos, lo pasé fatal. No había nadie en ese momento para poder coserme, y lo tuve que hacer yo sola.
Le ofrecí a María que se quedara en casa el tiempo que quisiese. Tengo una habitación libre, no con muchas comodidades pero al menos una cama para poder acostarse con su hijo y un techo y comida.
La dejé en casa y me dirigí a la plaza, tenía que vender el pescado.
Cuando llegué, mi marido estaba muy enfadado debido a que no había ido en toda la mañana, le expliqué lo ocurrido y él me contestó:
-¿Tú crees que puedes dejar de venir a trabajar por ayudar a parir a una mujer?
Me parecía increíble, estaba cansada ya de tener que aguantar a una persona tan cruel a mi lado. Le contesté que me iba, que estaba cansada de él, que me iba para casa.
Cuando llegué estaba mi madre con María, ayudandole a darle de mamar al pequeño Francisco. Les conté lo ocurrido, y me respondieron que yo no merecía a tal persona a mi lado, que merecía algo mucho mejor...
La verdad es que sé que si tomo esta decisión de separarme de mi marido, no va a ser nada fácil ya que él es el que compra el pescado y se encarga de meter dinero en casa.
Pero aunque sé que no será fácil, lo voy a hacer por el bien de mis hijos y por mi bien.
Cuando mi marido llegó a casa, le dije que tenía que hablar con él, nos sentamos los dos al lado de la chimenea. Me preguntó qué me pasaba, y le contesté que no podía seguir así, que no me aportaba nada bueno estar con él. Se puso muy agresivo debido a la decisión que yo había tomado, me golpeó y me dejó inconsciente en el suelo.
Cuando desperté, estaba metida en la cama y mi madre y María se encontraban a los pies.
Me contaron lo ocurrido ya que yo no recordaba nada, lloré muchísimo al escuchar esas palabras.
Me sentía desanimada, mal, sola, pero yo sé que podré con esto, con el apoyo de mi madre, María y mis hijos.

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