Se sentía completamente aturdida y por mucho que lo intentase y se esforzara, al mirar a su alrededor, solo veía lados. Se hallaba en un prado, rodeada de plantas y de animales, pero todo tenía la misma forma. Cuadradas eran las flores y cuadrados eran aquellos ojos bestiales que se clavaban en los suyos. También el sol y las nubes, hasta el agua que corría por un arroyo lateral. Se preguntó que sería todo aquello y por qué estaba allí. Aquel mundo cuadrado le resultaba muy familiar. Después de vagar un rato, de lado a lado, lo entendió por fin. Estaba dentro de su propio juego, sin salida, y se encontró irremediablemente perdida.